SILVANA
Silvana se paseaba por un corredor que había
y su padre la miraba por un mirador que había.
-Ay, padre, ¿que mira usted?
-Hija no te miro nada, que a eso de media noche
quiero que seas mi amada.
-Padre, yo si lo sería, padre yo sí lo sería,
pero para eso no tendría que ser tu hija.
Se ha salido para afuera, marchita y descolorida, y le pregunta su madre:
-¿Qué te pasa hija mía?
-Qué el sinvergüenza de padre, dormir conmigo quería.
-Eso se acaba muy pronto si tú quieres hija mía, pues yo me pongo tu ropa, y tú te pones la mía, que yo me acuesto en tu cama y tú te acuestas en la mía.
A eso de media noche, el padre por la sala iba.
-Arrímate, Silvana, arrímate Silvana mía,
que estás tan estropeada como si tuvieras hijas.
-Cómo quieres que no esté, si he tenido tres hijas:
la primera fue Constancia, la segunda fue Lucia
y la tercera Silvana, la que por mujer querías.
-¡Perdóname tú a mí, esposa, perdóname, esposa mía,
que es tanto lo que la quiero, que en el sueño la traía!
-Perdonado estás mi esposo, que no te lo merecías
que cuando lo fuiste a hacer,
bien pensado lo traías.
Fin
@Anif Larom
Romance rescatado por boca de mi abuela María.