Romance de Doña Alda

En Paris está doña Alda,
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar;
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen una mesa,
todas comían de un pan.


Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento tañen instrumentos,
para a doña Alda alegrar.


Al son de los instrumentos
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.


Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.


-¿Qué es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo mal?


-Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte,
en un desierto lugar,
y de so los montes altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el águila con gran ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.


-Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
   
-Aqueste sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar.
-Si es así mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.-

Otro día de mañana
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera,
de dentro escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.