A MI MADRE

 

 

“DÉJAME SENTARME A TU LADO”

 

 

 

Viejilla mía, déjame sentarme a tu lado.

 

¡Quiero charlar contigo de cosas que siento tanto!

 

 

 

Necesito decirte que tus palabras, aún, siendo tristes, me suenan tiernas.

 

Que eres aroma de gloria, nubes y yerba, y me sabes a dulce.

 

Siembras huellas en el corazón de quien a ti se acerca.

 

 

 

Hoy que me siento poeta, voz en verso,

 

quiero gestar estrofas, las que se engarzan en la calma de esta tierra.

 

A veces son tristes, a veces son bellas.

 

Déjame tirar de esa madeja, historia sin tiempo,

 

en la que sigues hilando recuerdos

 

de los presentes, de los que ya se fueron…

 

 

 

Tienes, madre, la tristeza larga de tanto venir andando

 

por el azar de los vientos.

 

Y aunque la muerte, hace años, ya vivió en tus manos,

 

sé que tu nostalgia aún no se ha secado.

 

Te hablo de aquellas hijas, las que se llevó tu Dios a su cielo,

 

-Ana y Encarna-

 

raíces de blanca seda, bordadas sobre tu seno.

 

 Sé que en la memoria plantaste dos espigas,

 

dos caricias agridulces que aún amparan tus sueños.

 

 

 

Y, de tu vientre de sombras, alumbraste otras vidas,

 

-tu Mara, tu Fina-

 

Y fuimos, ante tu angustia, balbuceos de aliento,

 

ante tus ojos, pañuelo, para que sufrieras menos.

 

 

 

Viejilla mía, quédate a mi lado

 

que me viene al recuerdo un enternecido pasado.

 

Con tu sombrero de anea y del calor de tu mano

 

y la de ese viejillo, mi padre, que siempre te acompaña,

 

conocí en las tardes tórtolas y gorriones, junto a mi hermana.

 

Gozamos de sus vuelos y entendimos la libertad en sus alas.

 

¿Recuerdas? Qué dulce la inocencia…

 

El cortijo Los Botijos fue nuestra cuna de paja.

 

Entre huerta y olivos labrasteis nuestra infancia,

 

con sonrisas de pan y besos de agua.

 

 

 

 Hoy, madre querida,

 

 mis verbos te ofrendan. Sigamos charlando

 

que eres la paz del paisaje que florece en mi mano.

 

Rudos brazos que me abrazan…

 

Mullido de blancas sábanas.

 

¡Eres, mi roca, mi altar!

 

Sigue colmando mis manos con tu pan.

 

 

 

Mi viejilla, mírame:

 

que tus ojos me dicen que no te cargaste de tiempo,

 

sino de amor, de tanto querernos.

 

¿Y sabes mamá que me faltan palabras?

 

Déjame decirte

 

 que admiro esas manos, hoy muy cansadas,

 

esas sienes, que peinan edades, casi aire,

 

aire cargado de susurros que mecen mi entraña.

 

 

 

Siéntate, bendita mía,

 

 y descansa un rato de esa larga vida que te ha maltratado.

 

Solázate en mis versos, en mis abrazos,

 

que hoy no tienes que aderezar comida ni zurcir harapos.

 

 

 

Dulce viejita, cuando te ausentes…,

 

 quiero calarme de tu hálito, penetrarlo hasta mi pecho.

 

Guardar el gesto de tus ojos negros

 

y el rumor de tus palabras agitándose en el tiempo.

 

Sembrar, con fervor, en nuestra tierra verde, tus huesos.

 

 

 

Ahora, mamá, aquí está tu copa… tómala en tus manos

 

y brinda conmigo, con toda esta gente que te está homenajeando.

 

¡Brinda con tu familia, con los amigos de tu pueblo amado!

 

Alza la copa y brinda por lo vivido, por lo soñado.

 

Por los buenos recuerdos que ornamentan tu pasado.

 

 

 

Abrázame, viejilla mía, y apriétame hasta dolerme

 

que la sombra del cansancio comienza a notarse

 

y la emoción mancha hoy, pechos y gargantas.

 

 

 

En un mañana cercano, mamá, imagino mis palabras

 

cayendo sin ruido en esa tierra dormida,

 

donde grabaré tu nombre sobre piedra, sobre el alma.

 

 

 

@Anif Larom

 

 

 

 

Dedicada a mis padres, Pablo y Nati, a los que tanto quiero, en el homenaje que la asociación de mujeres del Sabariego le ofrendó el día

 

8 de noviembre de 2015

 

 

 

 

 

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Aldea de Sabariego
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