Un día como hoy, 13 de junio, se escurrió su luz por una hendidura en medio de la aurora.

 

 

 

  

 

ALLÁ DONDE ESTÉS

 

                                           A la memoria de mi abuela María

 

 

…Una vez más mis pasos me guían

hasta aquí. Hasta esta loma donde busco

la soledad para hacerte compañía, para escucharte, olerte y contarte cosas

aunque sé que no hace falta porque lees mis pensamientos.

 

Una tibia luz se cuela entre mis párpados cerrados, la nostalgia me invade, y una lágrima indiscreta asoma a mi rostro.

Se escapa de entre mis dedos un puñado de tierra, esa tierra que te mima

y que yo confundo con tus manos, mientras tu alma duerme bajo ese campo

de polvo y altos cipreses, en este lugar inhóspito donde reposan los muertos.

Cae el atardecer como figura fantasmal, y su luz tiembla en las agujas de los pinos.

El misterio de la inmensidad me estremece.

Cierro los ojos y te abrazo... No puedo imaginar la frialdad de la noche, las tinieblas del vacío, y ese silencio donde yaces ahora arropada por la oscuridad.

 

Qué lejos estás, abuela, pero qué cerca te siento hoy.

Como también siento cerca esos lejanos recuerdos que, fugaces, deambulan

por mi memoria y que me guían hasta el camino que, una y otra vez,

me conducen al cortijo La Solana. A sus paredes pintadas de cal y tierra. A un corral de gallinas, ovejas, cabras... Hasta el abuelo Antoñolín, como le llamaban. Siempre entre yuntas, arados, entre terrones y huerta.

El barro siempre pegado a las botas.

Con el olor a borrego impregnado en su piel.

Recuerdo también la media sonrisa, los ojillos de sabio y sus manos grandes, acariciando las primeras espigas de un valle de trigo que se abre al horizonte.

¡Con qué orgullo contempla su tierra!

Las flores en los almendros, y el alborozo

de los gorrioncillos en los olivos.Y ese sol que ya empieza a calentar.

 

Hoy, este lugar tiene niebla, y tras ella apareces tú, abuela.

Apreso cada pensamiento que me lleva hasta ti.

Hasta ese lugar, hasta esa tarde lenta de verano en un rincón de tu aldea, con un bastón que, inquieto, da vueltas en tus manos; sentada en un sillón de pino y anea con olor a pasado.

A la sombra de una higuera dormitas.

Ausente, murmuras para ti. Sonríes bajito.

 

Me embriago de tu olor a jazmín, a fragantes rosas, a malvas, a lilas...

Y en los surcos ásperos y arrugados de tu piel, busco la ternura de un abrazo y la dulzura de tus besos en mi mejilla. En tus pupilas siento el brillo de la angustia, y en el silencio tu triste vida.

Me acurruco en tu regazo, alzo mi mirada y, con un mohín de curiosidad, te pido que me cuentes historias, historias de esas que sé que no has olvidado, de esas que llegan al corazón y que se heredan, y que, mediante tus palabras, vivo contigo.

 

Un brillo indefinido asoma a tus ojos, te sumerges en un laberinto de pensamientos que, a borbotones, salen de tu garganta y se atropellan en tu boca.

 

Una vez más me cuentas que mi alegría y mis inquietudes, esas que van y vienen, serán despojos del tiempo. Que a ti sólo te quedan recuerdos de una historia.

Un vacío que el tiempo no llena.

 

Torpe y con pobres palabras empiezas a narrarme sentimientos que veo escritos en tu piel.

 

“Eran tiempos de silencio y hambre.

Campesinos con una vida donde apenas existía esperanza; sólo miedo,

miseria y una callada rebeldía.

Disfrutaban —me decía— con piojos

y chinches, pues no había nada con qué jugar. Gente descalza y llena de andrajos arañaba la tierra buscando raíces o algo que les supiera a pan.

¡Devoraban las ratas!

Y los cerdos que, medio podridos, con hambrientos dientes desenterraban.

A las sombras de la noche, inquietos, acechaban las huertas, llevándose a la boca con avidez cualquier fruta que robaran.

Para su hambre, manjar de los manjares.”

 

Su lamento obstinado insiste en proseguir.

Por un momento, desaparecen las tinieblas de la soledad y la ternura asoma

a tus ojos sonriendo tímida.

 

Evocas, una vez más, aquellas tardes de sol en las que el hambre no dolía.

En las que, entre olivos, testigos callados de un deseo descarado enlazaban el alma y trenzaban sus cuerpos.

En las que, entre sed y esperanza, cambiaban besos húmedos y eternas promesas de amor.

 

Estás tan inmersa en la laguna de recuerdos, que mi presencia, en ese momento, es algo ausente para ti. Tus ojos se pierden

en la calma, sumergidos en esa zozobra de la espera, de ese infinito, quizá, inexistente.

 

Una vida dura, acumulada de muerte y miseria en las cenizas de una injusticia.

De una guerra entre hijos y hermanos de una misma patria, donde aún queda el luto en sus tumbas.

 

Qué lejos queda todo cuando vuelvo a mi misma y veo el lugar

donde yaces ahora.

Con ese silencio absoluto siento que desde el ayer tus brazos fríos buscan

los míos y tu aliento cálido roza mi oído.

Estás aquí, lo sé, y otro día volveré, y recordaré junto a ti otra historia

de las muchas que me contabas.

 

Me incorporo ya serena, y ante la tumba, lentamente, mi mano deja caer las rosas que te llevaba, las malvas, las lilas...

 

 

@Anif Larom

 

http://aldeadesabariegoaniflarom.jimdo.com/

 

 

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